sábado, 19 de junio de 2010

Vamos de copasMuchos le restan importancia a la copa del vino. La tía Rita, por ejemplo, toma su vino diario en las copas de cristal D'Arques, que mi prima le heredó de su matrimonio. Ella las considera elegantísimas y las llena hasta el tope para aprovechar al máximo su capacidad. Sus amigas, en cambio, tienen unas 'lindas' copas de colores vistosos, que solo les parecen divinas a ellas y las consideran "chirriadísimas". Y aunque no soy quien para criticar, ver de un buen vino en un envase que no me permita verle el color es, sencillamente, una herejía.

Ejemplos hay muchos y hasta cinematográficos. Ahora recuerdo la escena de la película Entre copas, en la que el protagonista se toma su más preciado tesoro enológico en un restaurante de comidas rápidas, en un vaso de cartón. Estas historias nos cuentan episodios en los que el recipiente no es lo importante o no cumple con el propósito, pero la verdad es que las copas cada día reclaman su lugar.

En esta materia se han sufrido grandes transformaciones en las últimas décadas, en las que pasamos de la copa de tono azul pequeña llena hasta el borde, a las grandes de cristal que se llenan máximo a un tercio. En los años 60, el señor Claus Josef Riedel (un adelantado para su época) entendió que las propiedades de aroma, color, sabor y cuerpo, se ven afectadas por la calidad de las copas y, además, por la forma de estas y por eso hoy son grandes, lisas e incoloras y, por supuesto, fabricadas en cristal, para que la delgadez del material saque el mayor provecho del producto.

Esta es la razón por la cual la copa de champagne tiene una forma alargada y aflautada, para que pueda mantener sus burbujas y estas se aprecien bien, así como para que sus olores no decaigan. Por eso varias empresas se han dado a la tarea de crear los recipientes adecuados, como Riedel, que ha desarrollado copas que resaltan las propiedades de cada tipo de uva; pues beber en el recipiente indicado permite que los sentidos disfruten mejor la bebida. Otro ejemplo: una copa para un Cabernet Sauvignon o Chardonnay, deberá orientar el vino al centro de nuestra boca para potenciar los olores y sabores de la variedad.

Pero como no todos tienen la posibilidad de comprar copas por cada variedad de uva, lo aconsejable es aplicar una medida estándar. Por eso recomiendo comprar copas de tallo alto -unos 5 cm están bien- y con una tulipa o cáliz amplio, que permiten ver más de un excelente vino.

Una vez tenga las copas, es vital tener en cuenta la forma de lavarlas, no se deben utilizar ni esponjillas ni jabones en crema porque dejan residuos. Use esponjillas de tela para vidrio o cristal y jabones neutros en líquido.

Por último, es clave aprender a cogerlas. La forma adecuada es del pie o máximo del tallo (sin poner el dedito hacia arriba, que no lo hace ver nada bien). Otro consejo: nunca, a no ser que esté disfrutando de una deliciosa chicha, tome la copa por el cáliz o tulipa, pues alterará la temperatura a la que debe consumir el vino. Señores, por una buena copa: ¡salud!

Mauricio Silva trae para usted el ABC de estos estilizados vasos

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